ARTE Y FE
En el corazón de Limpias, en estas bellas tierras cántabras, se alza la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol – Santuario del Santísimo Cristo de la Agonía. Te damos la bienvenida a este lugar al cual has llegado en tu acostumbrado peregrinar, siguiendo una búsqueda espiritual o simplemente atraído por los extraordinarios hechos acaecidos en este lugar.
El templo que ahora visitas, uno de los más visitados de toda Cantabria, tiene sus orígenes en el siglo XIV y su construcción se prolongó hasta principios del siglo XVIII. Por ello, aunque su estructura principal es de estilo gótico tardío, se entrelaza con elementos del renacimiento y del barroco. La iglesia, de planta de salón o “hallenkirche”, se divide en tres naves de altura similar, aunque la nave central es más amplia. Están cubiertas por bóvedas de crucería, propias del gótico tardío, que se sustentan en cuatro pilares cilíndricos y pilastras encajadas en los muros laterales.
La portada principal es de estilo barroco, en cuyo cuerpo superior y ocupando la hornacina central, se halla la escultura sedente de San Pedro, a quien está dedicado el templo. A sus lados, sobre recias columnas, Santiago Apóstol y San Pablo flanquean al príncipe de los apóstoles. De esta forma, el conjunto adquiere una sensación de magnificencia y solemnidad.
Es momento de acceder al templo, si todavía no lo has hecho, y profundizar en este lugar rebosante de arte y espiritualidad. Como puedes advertir, el interior del templo es solemne y espacioso, un tanto oscuro y misterioso, y nuestra atención se centra en el retablo mayor que custodia la majestuosa efigie del Santo Cristo de la Agonía.
AUDIOGUÍA
“Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida; nadie va al Padre si no es por mí”
San Juan 14, 6
Nos encontramos en el tramo último de la nave de la epístola, donde nos recibe una sencilla talla de la Virgen Bien Aparecida, patrona de la Diócesis de Santander, cuyo Santuario, digno de visitar, se encuentra a muy poca distancia de Limpias.
Dirígete al bajo coro. En otro tiempo fue capilla bautismal y hoy cobija una extensa colección de tallas y retablos que hacen de este lugar un pequeño museo. Después de disfrutar de tan variada muestra artística, es momento de avanzar por el pasillo central hacia la cabecera del templo y descubrir los diversos retablos situados en las naves laterales. Si lo estimas oportuno, acércate a dichos espacios para contemplarlos en detalle.
En la nave del Evangelio, se encuentran dos espléndidos retablos. El primero, que advertimos nada más acceder al templo, es el retablo de San José, cuya imagen con el Niño Jesús ocupa el nicho central. Está escoltado por San Antonio de Padua, uno de los pocos santos al que se le representa con el Niño Jesús en brazos, y por San Isidro Labrador, patrono de los agricultores. Mientras, la efigie saeteada de San Sebastián corona el conjunto.
A continuación, se halla el retablo de Nuestra Señora del Rosario cuya talla de finos rasgos y gran serenidad, preside el conjunto. María aparece como una joven madre que nos presenta a su Hijo y adelanta el brazo derecho acercándonos su rosario. Esta bella imagen, atribuida a Alonso Cano, está flanqueada por las de San Ramón Nonato patrón de las embarazadas y San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. El cuerpo superior está ocupado por Santo Domingo de Guzmán, fundador de los Dominicos. En este mismo muro lateral se encuentra el sepulcro, de estilo neoclásico, de Don Antonio Cirilo del Rivero y su esposa, la condesa de Limpias.
En la nave derecha, junto a la puerta de acceso, se encuentra el Altar de la Vera Cruz. Sobre el fondo pintado de la ciudad de Jerusalén, vemos la sobria imagen -anterior al Cristo de la Agonía– del Crucificado, de tamaño natural y de carácter popular. En la parte inferior, y de izquierda a derecha, destacan los relieves de San Andrés, la Virgen Dolorosa, San Juan evangelista y San Pedro que acompañan a las trabajadas tablas de “La Última Cena”, “La Flagelación” y “El Lavatorio”.
“Jesús está vivo en medio de nosotros, Él es el mismo ayer, hoy y por siempre”
En la cabecera de la nave de la Epístola, junto al acceso a la sacristía, se encuentra el altar del Apóstol Santiago, de pequeñas dimensiones y estilo renacentista. En la hornacina central, el apóstol aparece montado sobre un caballo. En la parte superior, falta la tabla original que remataba el conjunto. A su lado, bajo un arco abierto en el muro, se encuentra el sepulcro solemne de Don Fernando de Palacio, arcediano de la catedral de Charcas -actual Sucre (Bolivia)- e hijo de Limpias. Su figura yacente, tallada en alabastro, está revestida con los correspondientes ornamentos sacerdotales. La obra fue realizada en el año 1576.
En los muros del templo se encuentran los relieves de las catorce estaciones del VIA CRUCIS. En muchas ocasiones parece que el acompañamiento a Jesús en su Pasión y Muerte termina en el sepulcro, olvidando que la Cruz no es una derrota, sino la antesala del triunfo definitivo sobre la muerte que llegará con Su Resurrección. VIA LUCIS
Después de recorrer el templo y descubrir sus retablos, llegamos a la cabecera del templo. En ella, se encuentra el retablo mayor. Para descubrir y profundizar en su belleza, tanto espiritual como artística, te invitamos a tomar asiento en los bancos delanteros o a contemplarlo desde las escaleras que dan acceso al altar. A los pies del altar se halla la pila bautismal. Por el Bautismo que aquí se recibe somos liberados del pecado, regenerados como hijos de Dios, e incorporados a su Iglesia. Es el fundamento de toda la vida cristiana, pórtico de la vida en el Espíritu y puerta de acceso al resto de sacramentos.
“En verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”
San Juan 3, 5
HISTORIA DEL SANTO CRISTO DE LIMPIAS
Apenas se tienen datos del origen de la extraordinaria y atrayente imagen del Cristo de la Agonía. Se cree que era venerada en la iglesia del convento de los PP. Franciscanos de la ciudad de Cádiz. Al ser derruido dicho convento, el que después ha sido tan milagroso y venerado Santo Cristo de Limpias, recibió culto privado en el Oratorio particular de Don Diego de la Piedra y Secadura, caballero de la Orden de Santiago y natural de Limpias.
Cuentan las crónicas que en 1755 un maremoto amenazó la ciudad de Cádiz. El pueblo cristiano sacó en procesión las imágenes más veneradas en la ciudad, las aguas se detuvieron y comenzaron a retroceder ante la santa imagen del Cristo de la Agonía. En vista del prodigio, creció la devoción por dicha imagen y el pueblo agradecido pidió que se le diera culto público en algún templo de la ciudad. Don Diego pensó en su villa natal y, antes de fallecer en el año 1779, otorgó en su testamento diversas cláusulas en las que recuerda a su villa natal de Limpias.
–“Mando ensolar la Parroquia de San Pedro de Limpias, costeando su retablo mayor y su dorado, colocando en él tres imágenes: la de Nuestro Redentor agonizando en la Cruz, la de Su Madre Santísima y la del Evangelista San Juan…”-
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga Vida eterna”
San Juan 3, 16
Este magnífico y sobrio retablo barroco está coronado por la talla de San Pedro. Aparece revestido como pontífice y sentado en su Cátedra, sujeta las llaves del Cielo en su mano izquierda y parece bendecir con su diestra. En las calles laterales, bajo dos óculos bellamente ornamentados con pinturas al fresco y escoltando el conjunto principal, se encuentran las imágenes de los mártires San Emeterio y San Celedonio, patronos de la Diócesis de Santander, y cuyas reliquias se guardan en la Catedral santanderina.
En la hornacina central podemos advertir la representación del “Calvario” con su habitual composición iconográfica. A la izquierda, la Virgen Dolorosa, a la que una espada traspasa su pecho en señal de infinito dolor, alza su mirada hacia su Divino Hijo en actitud implorante. A la derecha, San Juan, el discípulo amado, del mismo modo, mira con aflicción a su Señor, que se encuentra entre ellos, sobre un fondo de tonos azulados, donde se representa a la ciudad de Jerusalén.
La efigie del Santísimo Cristo de la Agonía es de tamaño natural -1,80- y está sobre una cruz de 2,30 metros de altura. Cabe destacar la expresión indefinible de su rostro, que cambia según desde donde se contemple. Un semblante no solo de angustia y dolor, sino de plegaria y entrega a su Padre del Cielo. Es una obra imponente y majestuosa, tanto por su delicada belleza como por el sentimiento de piedad que su dramatismo provoca. Pura dignidad ante la atroz tortura de la cruz. Este sublime Crucificado se halla en un perfecto equilibrio entre la divinidad de un Dios asido a su trono de martirio y el realismo del inmenso drama de la agonía de un hombre.
Vamos finalizando nuestra visita dirigiéndonos al Retablo del sagrario, situado a la izquierda del retablo mayor. En la parte inferior de este conjunto escultórico, está ubicado el tabernáculo, donde parece pasar desapercibido el mayor tesoro que podemos encontrar en el templo, la Presencia Eucarística del Señor en el Sagrario. Cristo vivo nos ha salvado y redimido gratuitamente, nos ha regalado la vida eterna y está siempre a nuestro lado.
“Nuestra salvación es un regalo de la sangre de Cristo, porque todo es don gratuito de Dios y de su amor incondicional por nosotros”
No nos queda mucho más que contarte. Esperamos que tu visita haya sido grata. Antes de abandonar el templo para seguir tu camino por tierras cántabras, te invitamos a tener un rato de recogimiento y oración a los pies del Santo Cristo o frente a su presencia real en el Sagrario.
Ponemos a tu disposición algunas oraciones que quizás te ayuden en estos momentos de interiorización. Del mismo modo, gracias a los diversos enlaces del texto, puedes profundizar en la vida de los Santos situados en los retablos.
HIMNO AL SANTO CRISTO DE LA AGONÍA
¡Cristo de la Agonía!
¡Dulcísimo Jesús!
¡Tu muerte es nuestra vida!
¡Nuestro Rey eres Tú!
¡Gloria a ti, nuestro dueño!
¡Gloria a ti, nuestra luz!
¡Reina sobre tu pueblo!
¡Reina desde la Cruz!
ESTROFA
¡Ojos de vida que enturbió la muerte, miradnos sin cesar!
¡Boca de miel que se amargó con hieles, tu hablar es perdonar!
¡Manos y pies heridos por el hombre, no os canséis de esperar!
¡Corazón de Jesús, nido de amores, no nos dejéis de amar!
¡Hasta el fin de los siglos, en nosotros, Señor, y en nuestros hijos, no dejes de reinar!
LAS SIETE PALABRAS DE JESÚS EN LA CRUZ
- Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. (Lc. 23:34a)
- Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lc. 23:43)
- Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. (Jn. 19:26-27)
- Elí, Elí, lamá sabaqtaní (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”). (Mt. 27:46; Mc. 15:34)
- Tengo sed. (Jn. 19:28)
- ¡Está cumplido! (Jn. 19:30)
- ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! (Lc. 23:46)
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